Donde la ciudad termina

Seguramente seamos bastantes los lectores que consideremos La cámara lúcida, de Roland Barthes, como el texto teórico más audaz y sugestivo (además de bello e intimista) que se haya escrito sobre fotografía en todo el siglo XX. Hace ya casi cuarenta años, en 1979, Barthes encontraba el noema, la esencia de la fotografía, en lo que él llamaba un Esto ha sido: La esencia de la Fotografía consiste en ratificar lo que ella misma representa.

Hoy, el retoque digital ha arrasado por completo aquel asombro barthesiano. Han sido tantas las tropelías cometidas por fotógrafos, diseñadores o artistas plásticos que ya resulta prácticamente imposible creer que la Fotografía (en mayúsculas, como le gustaba a Barthes) pueda seguir considerándose un “certificado de presencia”.

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Las fotografías que Enrique Sáenz de San Pedro expone en esta ocasión pertenecen, sin duda alguna, a ese Esto ha sido. Hacia 1975, recién llegado de Londres tras once años de ausencia, el fotógrafo se obsesiona con ese Madrid en construcción, mezcla de solares y escombreras (de “campo”, al fin y al cabo) con los nuevos bloques de pisos que comenzaban a ganar terreno, allí donde las líneas del Metro todavía no eran ni siquiera un proyecto.

El resultado de su mirada colma nuestra vista con un mundo que sabemos desaparecido, pero que a muchos nos devolverá las barrancadas y terraplenes del territorio sagrado de nuestra infancia, y junto a ellos unas pintadas tachadas (que jugábamos a descifrar) y todo un variado —y anticuado— atrezo urbano… ¿Alguien recuerda al angustiado José Luis López Vázquez en La cabina?

En definitiva, una mirada imprescindible y madura, que detiene nuestro tiempo acelerado y superficial y nos pone, igual que toda verdadera Fotografía, en otro sitio.

Enrique Sáenz de San Pedro. Donde la ciudad termina (Lanzadera).
CentroCentro. Palacio de Cibeles, 4ª planta (hasta el 15 de octubre de 2017).

José A. Alcalá

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