Lugares comunes

© Rebeca Alonso
The CureLovesong

Aquella tarde me puse la ropa más vieja que tenía en casa y un par de botas y me aventuré en el bosque. Solo me había internado unos pocos pasos y ya estaba en otro mundo más fresco, oscuro y silencioso, salvo por el sonido del viento entre millones de hojas, un suave susurro acumulado que a veces resultaba tan ruidoso como el oleaje que había abajo, y que me hacía sentir sagrada y temerosa. Confiaba en que los animales de mayor tamaño y los monstruos se alejarían asustados por el ruido que producía sin querer, pisando ramas que se partían. Me movía con torpeza por la espesura, de vez en cuando llegaba a un diminuto claro que me proporcionaba cierto alivio, pero no había ningún lugar que me invitara a descansar, aunque me tumbo en cualquier sitio.

Un arroyo me condujo hasta cerca de la ría. Calculé que debía estar cerca de La Arena y fui siguiendo el agua en la dirección de la corriente. Las orillas estaban recubiertas de arbustos como el mismo bosque y era difícil avanzar, así que no tardé en sentirme agotada y sudorosa. Cuando llegué a una gran roca que se proyectaba hacia el agua, me senté en ella.

Sin pensar en nada pronto vi peces pequeños que nadaban a media profundidad en el refugio que les ofrecía la roca, moviéndose a la vez como una escuadrilla de aviones de combate. La marea estaba baja y ya he dicho que me acomodo en cualquier sitio, así que me tendí boca abajo al sol sobre la roca caliente y me quedé mirando los peces. De vez en cuando, una salpicadura de espuma como un beso de hielo en la mejilla.

Permanecí mucho rato entre la playa y el bosque hasta adormilarme. Al llegar a casa me acosté en el sofá y me tumbé un par de horas mientras pensaba que la verdadera intimidad es esto y es también ir vagando sola entre la calle Fuencarral y la Gran Vía de Madrid con un dolor en el pecho por la tristeza, disimular las ganas de llorar con ganas de salir y no saber a dónde, sentir que das vueltas en rulo a la misma sensación. Intimidad es no querer compartirlo con nadie, que todo te parezca sinsorgo y sin sentido, que no recuerdes ya ni a tu familia porque todo pasa tan deprisa que es como si no hubiera pasado.

Al despertar freí patatas, cebollas y pimientos, salteé un huevo y devoré cuanto tenía delante.

***

Gabriel y Gloria editaban una revista médica en México, unos años antes de venir a hacer el mejor pan de Madrid. Él amasa a diario y a mano, las únicas maquinas son un horno apodado El Turco, la TPV y el portátil desde donde maneja el negocio y la música que ambienta el local, variada como los panes e igual de buena, siempre. Ayer sonaba The Cure cuando me entregó la barra y las empanadas del viernes. Un lugar común con una canción tan disruptiva que desbarató el cliché cotidiano.

Hoy Inés me envía un vídeo en la playa de una isla mediterránea donde temporalmente vive su novio. Quería mostrarme el temporal que les azota y veo cómo el chico, divertido, intenta oponerse a la gravedad contra el viento, el perro gira confuso con el pelo revuelto, las palmeras se doblan sobre sí mismas y ella ríe grabando. Si me preguntas por un estereotipo de felicidad podría describir algo parecido, pero ellos lo están viviendo, es real.

El pan diario, el olor de la masa cociendo. Una pareja y su perro jugando en Córcega. Los lugares comunes tienen mala prensa, como si existiera la obligación de ser original todo el tiempo, de romper moldes, de ser distinto. El texto que he escrito arriba trenza el pasaje de un libro de Noah Gordon con mi propia vivencia, un placer que repito cada vez que voy a mi casa del norte, entre la playa y el bosque. La protagonista del libro se encuentra en las colinas de Massachusetts, pero sentimos lo mismo; su paseo es el mío, solo he tenido que mezclarlo con mis pasos, sazonarlo con mi mar, añadir a la masa mis pensamientos como hace Gabriel con las recetas que se trajo, como hace mi hija con su perro y su novio y su paisaje.

Todos son lugares comunes; vivirlos no nos hace diferentes, pero nos hace humanos.

***

THE CURE nació a finales de los 70 con el nombre de Easy Cure antes de tener su nombre actual. De esencia post-punk, navegan entre el rock gótico, indie, emo, o el pop alternativo, una célula durmiente acechando cada nuevo movimiento musical desde que en 1979 fueron teloneros de Siouxsie and the Banshees.

La canción se titula LOVESONG y pertenece al álbum Desintegration (1989) que el mercado quiso prohibir porque decían inducía al suicidio, considerado ahora el mejor de la historia del grupo. Fue el regalo de boda que el vocalista y guitarra Robert Smith hizo a Mary Poole, su pareja y musa desde que se conocieron con 14 años. La letra extremadamente simple choca con la complejidad de otros temas justo cuando habla de eso, del Lugar Común por antonomasia, el amor. Uno puede morirse de muchas maneras, vivir de muchas maneras, ser original hasta para elegir cómo hacer cualquiera de las dos cosas, vivir o morir. Pero el amor, te pilla y te jode y lo hace como a todos, de la manera más común y corriente.

Carmen Alonso Castroviejo

4 Comments

  1. ¡Vaya con los lugares comunes de Carmen! Una roca caliente al sol, entre la playa y el bosque; una pareja con su perro dejándose envolver por el Levante invernal; un hombre ‘haciendo’ pan, repitiendo ese milagro que en un crujido libera aromas y promesas de sabores inolvidables… Para mi, lugares comunes más bien serían una sesión de la Academia, un consejo de ministros o un congreso mundial de lo que sea…
    En fin, he disfrutado mucho leyendo estos párrafos llenos de vida.

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  2. Tus días en lugares comunes son para mí exóticos Carmen, lugar común yo lo acotaria al trabajo aunque incluso a veces se puede convertir en la jungla y nunca sabes qué te deparará el día que quizás ahí esté la gracia, disfruta Carmen y sigue haciéndonos disfrutar a nosotros con tus cotidianedades

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