Sparrow Nights

Peter Brötzmann y Heather Leigh

Siempre me han parecido tramposas e insatisfactorias las listas que determinan los mejores de cada cual en cualquier disciplina. Y aún así regreso de forma culpable una y otra vez a aquellas que en un momento me han brindado alguna que otra sorpresa. La revista Rolling Stone es una ellas. Los mejores discos de 2018, los mejores discos de rock, de pop, de electrónica y por supuesto, de jazz. En un año en que me he dedicado sobre todo a escuchar a Kamasi Washington y Nubya Garcia, verdaderamente asombrosos los dos, me sorprendió encontrarme al bueno y viejo de Peter Brötzmann en el top 20. Hacía años que no le escuchaba, desde la época en que me metí seriamente (casi de forma militante) en el free jazz, como frontera última de la experiencia sonora y musical en la que claramente podías decir que nunca habías oído eso anteriormente. Saxofonista y clarinetista, maestro de la improvisación, Brötzmann es considerado el jefe de fila del free jazz europeo. Apodado el Dragón de Wuppertal por el hecho de haber estudiado arte en esa ciudad, actividad a la que siempre se ha mantenido fiel aún su ruptura con las galerías y el mercado tradicional del arte, escucharlo por primera vez es sin duda un evento singular y no siempre cómodo. El poder de su sonido solo tiene equivalencia con la fuerza y la rabia – casi podríamos decir la devastación – de un tsunami o algún otro fenómeno de desastre mayor, y a la vez hipnotiza por su belleza desesperada, como si se tratara de una bestia salvaje exhalando últimos suspiros. Vaya que es como la droga. El disco de 2018, Sparrow Nights, un dúo del saxofonista junto a la pedal-steel guitarrista Heather Leigh (con rigurosa portada creada por el alemán),  es su tercera colaboración con la norteamericana. Rolling Stone habla de texturas sombrías, a veces abrasivas, con lamentos tristes y gritos desgarradores. Y admite que este es uno de los discos más emotivos que se han grabado en 2018. No en vano, la relación entre el resoplo animal (y cafre) de Brötzmann y las líneas de cuerda de Leigh se transforma en una verdadera sesión de puro sexo musical, probablemente uno de los discos más salvajemente eróticos que se han hecho desde el Je t’aime moi non plus de Gainsbourg y Birkin. Simplemente maravilloso.

Arnau Quiles

Deja un comentario